María y Ricardo

Vidas entrelazadas en nombre del amor

No encontramos una mejor manera de retomar la sección “El Rincón de Ricardo” que con una historia de amor. El espacio sigue siendo muy íntimo y personal, pero desde aquí te contaremos el episodio que Ricardo Medori nos relata con tanto cariño para recordar el día de su casamiento con María Asunción Brissio, madre de sus hijos y compañera de una larga vida juntos cargada de sacrificios y éxito.

Hola, soy Ricardo y os quiero hacer cómplices de aquel ya muy lejano y lluvioso domingo 24 de abril, del 1955, que marcó el inicio de uno de los días más especiales de mi vida en el pueblo de Arequito, cuando se entrelaza mi vida junto a la bella María Asunción Brissio, mi gran amor.

Ese día en el que todo el pueblo de Arequito fue testigo de nuestra gran celebración. María y yo éramos vecinos de Arequito, pueblo reconocido como la capital de nacional de la soja, de 4 mil 500 habitantes. Lleno de inmigrantes italianos en su mayoría buenas familias dedicadas a la agricultura y la ganadería. Fue el escenario perfecto para nuestra historia bendecida gracias a la providencia de Dios.

Y no era para menos, María Asunción era la menor de 15 hermanos, una bella mujer, hija del matrimonio entre Don Bartolo Brissio, un rico hacendado, y Doña Ana Tabaso. Sus hermanos, casi todos, se entregaron a la fe. De sus 14 hermanos, tres fueron sacerdotes salesianos y tres monjas de María Auxiliadora.

Por mi parte fui único hijo de la unión entre Adelina María Mataloni y Amado Medori. Desde chico, mis padres me enseñaron el valor del trabajo, el esfuerzo y la honestidad. Quizás ese carácter llamó la atención de aquella María Asunción, quien supo ganarse el amor de todo el que la conocía en Arequito.

Mi cara de felicidad lo dijo todo, fue un día muy especial

Aunque un día en mi familia decidimos trasladarnos a Rosario, yo frecuentemente regresaba a Arequito en busca de mis raíces y la amistad de María Asunción. Acostumbré a que lo primero que hacía al cobrar mi sueldo era comprar un pasaje en bus para poder ir a verla. Esa amistad se fue convirtiendo en amor.

Ya no solo queríamos caminar por la plaza e ir a misa juntos, nuestra relación merecía una oportunidad de avanzar. Fue así como le expresé a Doña Ana Tabaso mi intención de salir formalmente con María Asunción. Ella inmediatamente nos bendijo y sé que Don Bartolo, junto a Dios, también estuvo de acuerdo.

No pasó mucho tiempo para sentir que nuestros destinos debían ir de la mano. Así que seis meses después comenzamos a pensar en una fecha para el matrimonio. El 21 de abril fue el momento para el civil, tres días después, un lluvioso y fangoso pueblo de Arequito se unió para celebrar nuestra unión. El día de nuestra boda llovió tan fuerte que mojó todas las calles, que en aquel entonces no estaban asfaltadas. Aun así María Asunción llegó a la iglesia impecable, vestida de blanco.

María Asunción llegó impecable a pesar del lodo formado por la intensa lluvia

El templo Nuestra Señora del Rosario estaba repleto de amigos, parientes y personas especiales de ambos. Las flores adornaron cada rincón de aquel lugar sagrado, vestido de gala para que la unión con María Asunción recibiera la bendición de Dios.

María Asunción entró a aquella iglesia iluminada desbordante de flores de colores con su vestido de encaje, tules y sedas. Pedro Porporato, su cuñado, marido de su desaparecida hermana Teresa, la llevó de su brazo con paso lento mientras todas las personas que plenaron las naves de la iglesia observaban su belleza.

Robertito Zoela y Miguel Ángel D’amico fueron los pajes que nos acompañaron. Llevaron los anillos junto a Ana María D’amico, y su vestido primoroso con zapatitos de charol; además de Robertito Fiorenza con aquella elegante camisa blanca con un moño.

María Asunción caminó lentamente con el coro Santa Cecilia de fondo. Allí estuvieron todas sus amigas, colocando un ritmo solemne y especial a aquella caminata que la llevó hasta el altar donde yo la esperé al lado de la madrina, mi madre, que escogió un hermoso vestido combinado con una pluma negra para la ocasión.

La misa de esponsales fue celebrada por el padre José Brissio; en ese entonces director del colegio Salesiano San José de Rosario. Todavía no estaban en boga las misas concelebradas por varios sacerdotes. El padre Juan, era director de otro colegio en la ciudad de Mendoza y actuó como ayudante del padre José, y como monaguillo actuaba entonces reverendo Norberto Porporato monaguillo y sobrino de la novia.

La iglesia estuvo llena de familiares y amigos que quisieron compartir el momento con nosotros

Fue una ceremonia hermosa, de esponsales con textos litúrgicos aprobados para la ocasión. Se bendijeron los anillos y recibimos la comunión. Con la bendición de Dios ya éramos esposos, ante la alegría de todos nuestros amigos llegados de Río Cuarto, La Pampa y Córdoba. Todos utilizando bellos sombreros de diferentes colores y plumajes.

La verdad, fue un momento inolvidable. Estar allí junto a mi mujer después de bendecir los anillos y con la compañía de familiares y amigos hizo que ese día fuese aún más especial. Pero todavía no se terminaron las emociones. Después de la misa desandamos todos los pasos y nos fuimos a la casa de María Asunción para celebrar la unión en la que no pudimos transitar por los jardines. La fiesta terminó cuando junto a mi esposa nos mudamos para la ciudad de Rosario.

La vida continuó con muchos momentos muy felices y otros no tanto, el esfuerzo, la entrega y la unión de los dos componentes fue lo que nos ayudaría a crecer y llevar adelante a toda nuestra bonita familia.

De esa unión nacieron nuestros cinco hijos María Del Carmen, María Cristina, Juan José, María Inés y Carlos Alberto; además de 10 nietos Nerina, Nicolás, Erika, Ramiro, Carolina y Valeria, Lucas , Nacho y Mariana, Javier Medori y cinco biznietos, Tomy, Juani, Simón, Joaquín y Juanita.

Nuestros hijos, la familia que juntos formamos con base en el amor

Mi esposa María Asunción durmió en la paz de señor el 18 de abril del 2010, pero se fue viendo como nuestra familia creció y se formó basada en los valores que ambos le sembramos. Aunque antes de que ella partiera, viajamos y disfrutamos de nuestros hijos viendo cómo sus destinos se iban formando. El 24 de abril del 2005 pudimos conmemorar nuestras bodas de oro recordando el largo camino que nos trajo hasta ahí.

Porque así es la vida, está llena de momentos dolorosos pero también de mucha felicidad y satisfacción, esa que siento yo cada vez que disfruto de toda la familia que juntos forjamos con base en el amor.

En Medori Comunicación valoramos como un tesoro este relato que Ricardo Medori, hoy un hombre de 94 años nos comparte. Ha logrado levantar una gran familia con la ayuda de su esposa, gracias a su tesón y su gran talento para ser comunicador.

1 comentario
  1. Cali
    Cali Dice:

    Que bonito Magda querida , me haz hecho emocionar con el bonito relato y la forma que le has dado.
    Muchas gracias Preciosa

    Responder

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